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Crimen de Danna Sofía: el plan escrito en WhatsApp y red sexual tras asesinato


El pasado 8 de febrero era un día normal para la familia Varón Olaya. A las 11 de la mañana las calles del barrio Jardín Atolsure, en Ibagué, estaban tranquilas y el sol empezaba a tomar su característica fuerza del mediodía. La pequeña Danna Sofía, de 9 años de edad, salió a comprar un pan a una tienda cercana con su tío Ricardo, de 22 años, quien ese día estaba de visita en su casa.


Danna Sofía caminaba confiada por las calles del barrio donde vivía y agarrada del brazo izquierdo de su tío mientras ambos conversaban. Esa imagen, capturada por cámaras de seguridad de la zona, corresponde al último día con vida de la pequeña.


No pasaron más de dos horas para que Viviana, madre de la menor, presintiera que algo no andaba bien. Su hermano y su hija no habían regresado a la casa y salió a buscarlos, pero tras ver el reloj marcando lentamente cada minuto, se dirigió a las 3 de la tarde a la Fiscalía para reportarlos como desaparecidos.


Un investigador especial para este tipo de casos en los que están involucrados menores de edad se trasladó esa misma tarde al barrio donde desaparecieron y halló las primeras pistas para seguir a quienes estaban detrás de la situación.


Pero el proceso para solicitar las grabaciones y revisarlas por completo le tomó horas. El investigador continuó su trabajo durante toda la noche, consciente de que en una desaparición el tiempo apremia. Así halló un hilo del que halar para llegar a Danna Sofía.


Las grabaciones de las cámaras de seguridad de Jardín Atolsure le mostraron que la pequeña y su tío se encontraron en el camino con un hombre, con quien abordaron un taxi con destino al barrio San Pedro Alejandrino, a más de 6 kilómetros de distancia. El siguiente paso era claro: ubicar al taxista que los transportó.


Una vez localizado el hombre, en la mañana del jueves 9 de febrero, su testimonio indicó el lugar exacto donde los dejó y aseguró no haber notado nada extraño en sus comportamientos durante el camino. Luego de descender el vehículo, los dos hombres dieron media vuelta a la manzana con la pequeña hasta que ingresaron a un inquilinato.


A las 8:30 de la mañana de ese jueves, casi 19 horas después de la desaparición, llegaron varios miembros de la Policía al inquilinato de tres pisos del barrio San Pedro Alejandrino, donde recorrieron todo el inmueble y tocaron puerta por puerta las habitaciones en busca de la menor de 9 años de edad y su tío.


Tras tocar la puerta de la habitación número 7, un hombre identificado como José Wilson Barreto Rodríguez abrió y la reacción de las autoridades inmediatamente fue dejar todo tal cual como estaba. El espacio, de aproximadamente 12 metros cuadrados, era la escena de un crimen.


Los cuerpos sin vida de Danna Sofía y Ricardo conservaban la ropa pero estaban envueltos en sábanas y ubicados debajo del mesón de la cocina. Sobre la cama yacía un joven agonizando, identificado como Mauricio Barreto, quien ingirió cianuro y murió solo segundos después de que llegara la Policía al lugar. Este último hombre, de 22 años, era el hijo de José Wilson.


Así las cosas, el hombre que abrió la puerta era el único con vida en el lugar y en capacidad de explicar a la Policía lo que había pasado, por lo que sus palabras a partir de ese momento se convirtieron en materia de análisis. Mientras tanto, las autoridades esperaban a un equipo especial de CTI que viajaría desde Bogotá para hacer el levantamiento de los cuerpos y recolectar las muestras de la escena del crimen, donde fue hallada un arma de fuego sin accionar.


Afuera de la vivienda de tres pisos se aglomeraba la gente curiosa por ver miembros de la Policía y el CTI entrando y saliendo del lugar, pero entre ellos, sentada bajo la sombra de un árbol, ansiosa de noticias (especialmente la que le confirmara que su hija estaba allí y con vida), estaba Viviana, la madre de Danna Sofía.


Testigos del momento le narraron a EL TIEMPO el instante de esa mañana del 9 de febrero cuando el fiscal salió del inquilinato y se acercó a la mujer para comunicarle que habían hallado el cuerpo de su hija. Ella, acompañada de varios familiares, se desplomó y emitió un llanto “desgarrador”.


El estremecedor momento conmovió incluso a uniformados de la Policía que custodiaban la escena del crimen; muchos de ellos agachaban sus rostros y se limpiaban las lágrimas que brotaban de sus ojos.


Adentro, en la habitación, permanecieron los cuerpos de Danna Sofía y Ricardo con múltiples heridas hechas con un arma cortopunzante y el de Mauricio Barreto, quien murió envenenado con cianuro.


Las investigaciones sobre el caso continuaron rápidamente y, según el teniente coronel Germán Manrique, subcomandante de la Policía Metropolitana de Ibagué, el testimonio del taxista le dio un quiebre a la historia, pues reconoció a Barreto Rodríguez como el tercer pasajero que transportó junto a la pequeña Danna Sofía y su tío Ricardo.


Barreto Rodríguez, de 51 años, llevaba alrededor de un año viviendo en el inquilinato donde se cometió el crimen y se desempeñaba como celador en una discoteca.


Aunque su primer testimonio dado a la Policía indicaba que acababa de llegar al lugar esa mañana y había encontrado la terrible escena luego de haber prestado la pieza a su hijo para que compartiera con unos amigos, la Fiscalía comprobó que su versión inicial fue falsa y estaría implicado, por lo menos, en la muerte de Danna Sofía y su tío Ricardo.


La habitación 7, aún con los rastros de sangre, no tiene ahora huésped tras la captura de Barreto el pasado miércoles 15 de febrero. Las inconsistencias y cambios en su testimonio, sumado a grabaciones de cámaras de seguridad y el testimonio del taxista, lo perfilaron como el principal sospechoso.


De acuerdo con lo indicado por la Fiscalía, fue José Wilson quien, usando gorra y tapabocas para ocultar su identidad, se encontró con la pequeña y su tío en la mañana del miércoles 8 de febrero, abordaron un taxi y se dirigieron al inquilinato, de donde no habría salido nunca hasta que la Policía tocó a su puerta al día siguiente.


Sus vecinos del inquilinato lo definen como una persona tranquila a quien nunca le notaron comportamientos extraños, permanecía solo y se mostraba amable con los demás habitantes del inmueble, quienes han ido desocupando poco a poco en la última semana, luego de que se les pidiera desalojar el inmueble.


A pesar de que la escena del crimen fue alterada y algunas pruebas fueron destruidas, como la sangre que fue limpiada del piso con prendas de vestir, las muestras recolectadas por los especialistas de Medicina Legal permitieron establecer que la menor y su tío sufrieron violencia sexual. Sin embargo, los análisis de fluidos están en proceso y aún no arrojan quién o quiénes cometieron el abuso.


En este momento las autoridades también tienen en su poder los teléfonos móviles de las víctimas, pero el estado en el que fueron encontrados ha dificultado el proceso de inspección. No obstante, sigue en pie la teoría que apunta a que el encuentro entre Ricardo y José Wilson estaba planeado a través de una aplicación de mensajería, basada en las grabaciones de las cámaras de seguridad del barrio donde vivía la pequeña Danna Sofía.


De acuerdo con el coronel Manrique, se pudo establecer que la relación de Ricardo con el hombre capturado era de amistad, pero la información que ha recolectado el ente investigador apunta el caso hacia una red de explotación sexual de niños, niñas, adolescentes y personas adultas, de la cual estos dos hombres serían cómplices. Sin embargo, estos puntos de la investigación siguen bajo reserva.


Por el momento, Viviana Olaya, madre de Danna Sofía y hermana de Ricardo, le dijo a EL TIEMPO que lo único que espera es que haya justicia pronto. En cuanto al joven Ricardo Olaya, las investigaciones señalan que sufría de depresión, pero que en los últimos días no estaba medicado ni tenía un tratamiento estable.


José Wilson Barreto, el único capturado por el crimen, fue imputado por los delitos de feminicidio agravado, homicidio agravado, y ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio que no aceptó haber cometido. Sin embargo, un juez de control de garantías le otorgó medida de aseguramiento en centro carcelario mientras avanza la investigación en su contra.

eltiempo.com

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